15 junio 2006
Otros
Una visita muy europeísta
No hace muchos días, un grupo de venticuatro estudiantes de Historia de la UD se ponían en marcha, ligeros de equipaje, hacia la sededel Parlamento en Bruselas. La puntualidad de un vuelo de madrugada nos llevaba a dos profesoras y los estudiantes invitados, a iniciar una experiencia sumamente ilustrativa adentrándonos en los vericuetos institucionales de la Unión Europea y en la vida del país que representa la esencia de las decisiones comunitarias.
Nuestro anfitrión en la sede parlamentaria fue el diputado Jon Ortuondo, gracias a cuya cortesía, pudimos comprobar in situ, los espacios y tareas de quienes tratan de resolver el futuro de la UE.
La sesión de trabajo que pudimos observar, correspondiente a una de las Comisiones del Parlamento (Comisión de Finanzas), estuvo acompañada de una charla explicativa ?sumamente didáctica-, tras la cual pudimos compartir, políticos, estudiantes y profesores, un debate que confirmó la atención e interés demostrados por estos historiadores en ciernes que protagonizaban la visita.
Las preguntas expuestas dieron por resultado unaestimulante jornada interactiva, en la que no faltó un almuerzo 'a la europea' en la misma sede de la Rue Wiertz.
De la información obtenida, la ampliación de una visión que aunque crítica, verificó a través de los datos analizados, la credibilidad de una labor parlamentaria y de la complejidad de la maquinaria de este sistema europeo que busca su acomodo en la política internacional del siglo XXI.
Pero no se redujo todo a la visita institucional, la capital europea por excelencia se mostró a los ojos de estos curiosos, como una ciudad con otros atractivos. Una magnífica oportunidad para comprobar algo más de la vida bruselense y de su cultura urbana.
Parece innecesario recordar que la curiosidad intrínseca de quien detenta conocimientos de Historia no se limita a observar el mero presentismo, o coleccionar imágenes empíricas. Pero es verdad que a nuestros 'históricos' les interesó menos el Manneken Pis, que los duques de Hornes y Egmont, las vidrieras de la iglesia del Sablón, los Museos de Arte Antiguo y Moderno, o el Museo Militar? Estos y otros lugares fueron objeto de visita, dejando a la iniciativa particular su propia decisión. Capítulo aparte, la experiencia gastronómica en la Grand Place estuvo acompañada -con moderación, lo subrayamos- por la bebida en la que los belgas compiten con checos, alemanes y holandeses: la cerveza de mil sabores y colores.
Los estudiantes de Historia pudieron confirmar, en suma, algunos síntomas de un estilo de vida en el que las ventajas y también algunas desventajas se palpan a diario. Y lo que es más evidente: pese a la globalización, la sociedad belga mantiene particularismos culturales dignos de análisis.
Ni que decir tiene, quien firma esta breve crónica vivió con satisfacción esta experiencia viajera que, aunque breve, confirmó la calidad humana y cultural de aquellos a quienes acompañaba.
Si el grand tour era un requisito de formación para aquellos ilustrados de lujo que viajaron por la Europa del siglo XVIII, nuestros alumnos UD demostraron una curiosidad encomiable, combinando su europeismo con sentido de la oportunidad y una capacidad para extraer de la cultura observada, bastantes conclusiones. Todo ello, glaseado por una carga dulce de chocolate belga, que de seguro, alegró la sobremesa de sus familias y amigos durante bastantes días?.
María Jesús Cava