20 abril 2020
Campus San Sebastián
La situación que está generando el virus COVID-19 en todo el mundo no tiene precedentes. Según estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Producto Interior Bruto sufrirá un retroceso del 8% en España, y está claro que el efecto sobre la actividad turística está siendo y será incluso más grave. Los datos anteriores a esta crisis mostraban la importancia del sector turístico para nuestra economía. Así, en 2019, los datos referidos a la actividad turística reflejaban una tendencia al alza, en consonancia con la evolución de años anteriores. En concreto, en lo que a la Comunidad Autónoma del País Vasco se refiere, el año pasado recibimos casi tres millones y medio de visitantes, que supusieron una aportación al Producto Interior Bruto de 4.651 millones de euros, el decir, el 6,1%. Las instituciones han apostado por gestionar de forma adecuada los destinos turísticos, por encima de la estrategia de promoción de los destinos.
Es imposible predecir, de momento, qué datos nos deparará el 2020, pero podemos decir con total seguridad que el efecto de la crisis será enorme. El último informe publicado por la Organización Mundial del Turismo (OMT) sobre los efectos de la crisis del COVID-19 a nivel mundial vaticina una disminución del 20-30% de la oferta y de la demanda, tomando como referencia los datos de la epidemia del SARS de 2003 y de la crisis económica de 2008. Este panorama plantea retos muy importantes para un sector que está en constante evolución.
Hoy por hoy, el sector está totalmente parado, y habrá que empezar a plantearse cómo se volverá a retomar la actividad en el futuro. Ha terminado ya la Semana Santa, pero seguimos confinados. Aunque se espera que en verano volvamos a la normalidad y que podamos salir a la calle, probablemente sea más difícil que podamos realizar viajes al extranjero. Muchos informes, así como datos previos a esta situación, indican que los turistas son muy sensibles a las situaciones de crisis. Cada persona tendrá sus propias reacciones tras la crisis; pero las políticas y las normativas que se están aplicando y el miedo a contagiarse y a contraer la enfermedad tendrán consecuencias en nuestra vida cotidiana y en nuestra actitud ante los viajes. Nuestra propia personalidad y las experiencias que nos han tocado vivir condicionarán nuestros comportamientos. Por lo tanto, las estrategias para hacer frente a la crisis habrán de tener en cuenta toda esta diversidad y tendrán que adaptarse a los tipos de visitantes y a los diferentes modelos de viaje mayoritarios. Las primeras previsiones apuntan a la tendencia de viajar a destinos de baja densidad de población, por ejemplo, a entornos rurales, pero, ¿quién lo puede asegurar?
El sector turístico es muy resiliente, y esta recuperación puede ser una magnífica oportunidad para impulsar aquel modelo turístico que deseamos para nuestro entorno más cercano. Las crisis son imprevisibles y difícilmente controlables, por lo que resulta necesario prever las situaciones que se puedan producir y establecer planes de contingencia. Y para ello, debemos de identificar cuál puede ser el comportamiento de los visitantes potenciales. En esta segunda mitad de 2020, los visitantes que se acerquen a nuestra comunidad serán visitantes de cercanía y debemos conocer sus posibles motivaciones, miedos y comportamientos para que los agentes turísticos puedan satisfacer las necesidades y deseos de este nuevo tipo de cliente. Así, los agentes y empresas que trabajaban con visitantes extranjeros tendrán que trabajar ahora con clientes provenientes del mismo estado, de la misma comunidad autónoma incluso de la misma provincia.
Artículo de Berria