El quehacer teológico se va desarrollando en el contexto de las transformaciones históricas y culturales con una actitud de búsqueda y diálogo. El binomio fe-cultura está siempre presente en la comprensión del misterio que es el ser humano y lo que está llamado a ser por el acontecimiento de la revelación. Esta historicidad de la fe hace que la teología siempre tenga que estar atenta al presente y a las cambiantes sensibilidades culturales de cada época en un ejercicio permanente de discernimiento.
Probablemente estamos en un momento de la evolución humana, donde la pregunta por las condiciones y posibilidades del bienestar personal (felicidad subjetiva) y del bienestar social (felicidad objetiva) sea hoy muy relevante. Por una parte, la humanidad cuenta con más medios que nunca para proyectar su futuro; por otra parte, los desafíos que afronta y el inmenso dolor que proviene de las tragedias provocadas por la propia humanidad son evidentes e hirientes.
Una corriente de pensamiento que ha ido tomando fuerza en los últimos años ha sido el llamado “florecer humano”, que se vincula con la tradición aristotélica de la eudaimonía y que se está generalizando con las expresiones inglesas de “Human Flourishing” y “Well-being”. Podemos encontrar algunas evidencias de esta afirmación en nuestro entorno cultural:
- “Human Flourishing” es el título de un programa que desarrolla la Universidad de Harvard desde 2016.
- Del 1 al 3 de junio de 2022 tuvo lugar en la ciudad de Bilbao una conferencia internacional en el marco del proyecto Wellbeing con el título: “The Wellbeing Summit for Social Change”
- Las redes de las universidades jesuitas Unijes y Kircher han organizado un encuentro en Sevilla con el título: “International Symposium on Human Flourishing and Spirituality” (17-18.6.2022)