20 mayo 2025
Campus Bilbao
Sabemos que tanto la escasez de recursos como las expectativas de eficacia influyen sobre las preferencias y decisiones de las personas en el ámbito de la salud. ¿Pero cómo interactúan estos dos factores (escasez y expectativas) cuando ambos se combinan? ¿Por qué, por ejemplo, se discriminó de manera tan evidente a grupos concretos de pacientes (mayores y con discapacidades principalmente) durante la pandemia por COVID-19, cuando los recursos médicos eran especialmente escasos?
Aranzazu Vinas y Helena Matute, investigadoras de la Universidad de Deusto y Fernando Blanco, de la Universidad de Granada, quisieron responder a esta pregunta, y así comprender un poco mejor los mecanismos implicados en las decisiones en situación de escasez. Los resultados de su investigación han sido publicados en la revista “Scientific Reports”.
En los dos experimentos que describe el artículo, los voluntarios/as tuvieron que imaginar que eran médicos y debían tratar a una serie de pacientes ficticios. Los participantes se asignaron aleatoriamente a dos grupos, uno con recursos escasos (aunque suficientes para tratar a los pacientes) y otro con recursos abundantes. A continuación, a todos se les presentaba una serie de pacientes a los que podían aplicar o no un tratamiento. Estos pacientes estaban etiquetados como muy sensibles o poco sensibles a dicho tratamiento, lo que inducía a unas expectativas de eficacia (alta o baja) del mismo. Inmediatamente después de cada decisión de aplicar o no el tratamiento, se les informaba de si el paciente se curaba o no.
Es importante señalar que el etiquetado era incorrecto y que ambos grupos de pacientes se curaban en realidad con la misma probabilidad. En el primer experimento, el tratamiento era eficaz, lo que significa que al administrarlo se incrementaba siempre la probabilidad de curación de los pacientes. En el segundo experimento, no solo el etiquetado de los pacientes era incorrecto, sino que además el tratamiento era totalmente ineficaz en todos los casos: no incrementaba la probabilidad de curación.
Al final de ambos experimentos se preguntaba a los participantes si creían que el tratamiento era eficaz y si lo era en mayor medida con uno de los grupos de pacientes. El objetivo era comprobar si, a pesar de las expectativas previas inducidas por el etiquetado, los participantes eran capaces de aprender de la evidencia que iban recibiendo a lo largo de los experimentos y que contradecía el etiquetado. En todos los casos, los participantes tenían la oportunidad tanto de comprobar que la clasificación era errónea como de averiguar la efectividad verdadera del tratamiento, tan solo observando las curaciones de los pacientes.
Los resultados mostraron que los participantes administraron menos tratamiento a los pacientes clasificados (incorrectamente) como poco sensibles, especialmente cuando los recursos eran escasos. Además, los participantes juzgaban que el tratamiento también era menos eficaz con estos pacientes, ¡incluso en el experimento 2, cuando el tratamiento era totalmente ineficaz para todos! Es decir, su expectativa previa, inducida por el etiquetado incorrecto, hizo que los participantes repartieran los recursos de manera injusta y además interfirió en su capacidad para aprender que el tratamiento era igual de eficaz (en el experimento 1) o igual de ineficaz (en el experimento 2).
En definitiva, la escasez de recursos unida a las expectativas previas inducidas por sistemas que a veces son erróneos puede resultar en una distribución injusta de los recursos, en un uso incorrecto de tratamientos que no son realmente eficaces, y lo que es peor, en que las personas sean menos capaces de aprender de la evidencia y de corregir, por tanto, sus errores.
Fuente: Vinas, A., Blanco, F., & Matute, H. (2025). The combined effect of patient classification and the availability of resources can lead to biased perception of treatment effectiveness. Scientific Reports, 15, 15915. https://doi.org/10.1038/s41598-025-01043-w