08 mayo 2006
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El sociólogo vasco sostiene que el futuro de los jóvenes depende de la sociedad entera y de ellos mismos y de ahí, la necesidad de clarificar el discurso adulto acerca del quehacer social de los jóvenes, lo que exige, previamente, clarificar el papel que la propia sociedad asigna al joven.
Según Javier Elzo, si entendemos que la juventud es, exclusiva, o primordialmente, un periodo de transición cuya característica fundamental es la del aprendizaje, sea en las aulas, sea en el mercado del trabajo, habrá que convenir que el quehacer social de los jóvenes será muy limitado y periférico. El problema es que, dadas las actuales circunstancias del mercado inmobiliario y la precariedad del empleo, el futuro de los jóvenes, como poco, está lejano.
Si además esta sociedad ha cuidado hasta el exceso al niño y al adolescente en su dimensión material hasta tal punto que muchos adolescentes se han sentido más sujetos pasivos, receptores de derechos sin los suficientes correlatos de deberes y responsabilidades, lo menos que cabe decir es que no los hemos formado suficientemente para que se inserten pronto y bien en la sociedad actual.
Pero el sociólogo de la Universidad de Deusto cree que hay jóvenes y jóvenes y, en este sentido, las condiciones materiales no deben hacernos olvidar que difícilmente un joven podrá implicarse en el quehacer social si no tiene unos objetivos que alcanzar, un modelo de sociedad por el que luchar, unos referentes desde donde sustentar determinados valores y sobre todo sustentarlos con cierta profundidad. Y aquí la labor de las instancias dadoras de sentido y norte en la vida es fundamental, ciertamente. De ahí, el papel de las escuelas y universidades que deben ser no solamente centros de enseñanza sino espacios de educación y aprendizaje.