16 diciembre 2008
Otros
Han sido casi mil referencias las que ha estudiado el profesor de Deusto, aportaciones que los obispos han realizado de forma constante, creciente y progresiva, desde prácticamente el inicio de la actividad terrorista y a través de los más diversos soportes discursivos -Cartas Pastorales, Homilías, Notas de condena, artículos de opinión, conferencias, entrevistas-. Difundidas en circunstancias variadas como celebraciones litúrgicas, actos académicos, encuentros eclesiales o sociales??), todas estas referencias le han llevado al profesor Galo Bilbao a constatar que las acusaciones vertidas contra los obispos por su indiferencia hacia las víctimas, por no recordar a los victimarios el mandato de no matar o por mostrar contradicción con el magisterio papal no tienen justificación.
Es más, consecuentemente, se puede decir que la atención hacia las víctimas del terrorismo en el discurso episcopal vasconavarro ha ido progresivamente superando las deficiencias que manifestaba originalmente. Así se puede llegar a identificar un proceso que, partiendo de la ausencia inicial de las víctimas como sujetos (1968-1978) culmina en su reconocimiento pleno (2000-2006), pasando por su presencia abstracta primero (1979-1991) y normalizada (1992-1999) después, como momentos intermedios.
La investigación demuestra que el discurso episcopal respecto de las víctimas del terrorismo realiza varias aportaciones interesantes, aunque en muchas ocasiones sean tardías, puntuales y genéricas, y existan otras problemáticas y polémicas, incluso para un grupo relevante de los damnificados por la violencia. No se puede decir que exista en los Obispos del País Vasco y Navarra un discurso sobre las víctimas del terrorismo suficientemente específico (hacia o desde ellas), desarrollado (en cuanto a su extensión y despliegue detallado) y articulado (en cuanto a la armonización equilibrada y sinérgica de los distintos niveles propios de un mensaje episcopal: bíblico, teológico, pastoral y moral), sin que esta carencia invalide, de todos modos, los aspectos positivos (entre los que destaca sobremanera la solidaridad personal que los Obispos manifiestan hacia las víctimas).
Sin embargo, lo que sí se puede afirmar es que los documentos particulares procedentes de cada uno de los Obispos son más numerosos, ricos, precisos y adecuados respecto de las víctimas del terrorismo que los de carácter conjunto que, a pesar de ser habitualmente más sistemáticos y reflexivos, adolecen, en su globalidad, de ausencia de concreción y especificidad. Los textos particulares, surgidos en muchas ocasiones expresamente como respuesta a acontecimientos violentos, confrontados con una realidad concreta ?con nombre y apellidos? y sin la necesidad de ser consensuados con otras sensibilidades personales o grupales, aparecen como el lugar más adecuado para comprobar los mejores resultados del discurso episcopal sobre las víctimas del terrorismo y, sobre todo, las peculiaridades de las aportaciones de cada Obispo.